viernes, 30 de agosto de 2013

Leonora de Elena Poniatowska

El próximo 9 de septiembre nuestra Tertulia será como siempre en el Marbella Club a las 18:30.Comentaremos Leonora de Elena Poniatowska.

 

El personaje bien se merece unas palabras.Confieso que cuando empecé a leer tuve dudas de que un ser tan complejo fuese real.Y como siempre la realidad supera a la ficción.

El universo pictórico de Leonora Carrington está marcado por seres fantásticos que la acompañaron a lo largo de sus noventa y cuatro años de vida. Seres que habitaron su imaginación desde la niñez, cuando su nanny y su madre irlandesa le contaban historias fabulosas en las que los mitos y leyendas populares celtas, los relatos de fantasmas y los cuentos de hadas que fueran tan populares en la era victoriana, se entreveraron en su inconscientey lograron una sensibilidad fuera de lo común. Nació en Inglaterra, en 1917.Leonora desde muy temprano destacó entre sus tres hermanos por manifestar una rebeldía ante la autoridad recalcitrante de su padre, el magnate de la industria textilera inglesa, Harold Carrington, quien nunca logró entender que el poderoso mundo interno de su hija no tenía nada que ver con las rancias normas del entorno aristocrático al que la familia se aferraba. 

 Fue su rebeldía , junto con una valentía y audacia admirables, lo que permitió a Leonora romper con la opresión de los esquemas familiares, sociales y religiosos de la época y dejarse llevar por sus alas de libertad hacia el misterioso mundo del arte en el que desde niña soñó. Su rechazo a la intransigencia paterna y a los códigos impuestos fueron plasmados con una aguda ironía en su pintura The meal of Lord Candlestick (La comida de Lord Candlestick) –seudónimo de Harold Carrington– donde vemos un festín delirante en el que un grupo de caballos ricamente ataviados –la aristocracia y el padre entre ellos– se divierte comiendo niños .





Ajena al poder del mercado y de las mafias del arte, Leonora Carrington es un personaje tan misterioso  como los protagonistas de sus obras, esos extraños seres a los que los irlandeses conocen como duendecillos, gnomos, elfos,  y fantasmas, los cuales, en su mente y en su pintura convivieron íntimamente con su fauna híbrida y sus representaciones de deidades míticas."Sí, mis primeras experiencias extrañas e inexplicables comenzaron cuando tenía unos dos años. Las he tenido toda mi vida.”


Tras lograr romper con una serie de barreras en 1936 Leonora inicia su formación artística en la academia del pintor Amédée Ozenfant en Londres. De esos años es su autorretrato The Inn of the Dawn Horse (La posada del caballo del alba)una obra  en la que la pintora se representa acompañada de sus dos alter ego que aparecerán en adelante en repetidas ocasiones: el caballo que simboliza su libertad de espíritu y la hiena que es su yo sexual. 

La Exposición Internacional del Surrealismo marca un cambio en su vida, conoce a Max Ernst. Un "amour fou" de muchos años de diferencia y se une al grupo surrealista que le marcará de por vida. Para muchos, Leonora era parte del surrealismo antes de entrar en contacto con el.

En los años vividos en Francia con Max Ernst Leonora alterna la pintura con la escritura y publica algunas de sus obras más destacadas, como El pequeño Francis, La debutante y La dama oval.  Al estallar la guerra en 1939, Ernst es llevado preso a un campo de concentración. Leonora, sufre un colapso nervioso y es llevada a España por unos amigos e internada por su familia en un hospital psiquiátrico en Santander,  en el pabellón para “locos peligrosos e incurables.” Ese período de intenso sufrimiento que vivió por cerca de un año y del que no le gustaba hablar" fue muy parecido a haber estado muerta" según sus propias palabras. Así quedó plasmado en el conmovedor relato titulado Memorias de abajo, escrito bajo el estímulo de André Breton. Plásticamente deja el testimonio en su perturbadora pintura Down Below , en la que se ve la  catársis de sacar a flote los demonios internos en un acto de liberación de la psique. 
                                                               Con Max Ernst



No hay que psicoanalizar sus cuadros. Hay que dejarse llevar por la fantasía y el misterio de sus imágenes que conjuran el realismo y la fabulación.

Tras mil peripecias llega a Nueva York donde se encontra con un medio artístico en plena efervescencia, integrado por los numerosos artistas europeos que lograron escapar de la guerra, entre ellos Max Ernst ya casado con la mecenas Peggy Guggenheim. De allí siguen a México, país que adopta como propio y donde permanecerá el resto de sus días. Integrada al grupo de artistas surrealistas transterrados en el que figuraban Benjamin Péret y Remedios Varo, Gunther Gerszo, Luis Buñuel, José y Kati Horna, Edward James, Esteban Francés, entre otros, y se casa con el fotógrafo húngaro Emerico Chiki Weisz con quien forma una familia y  recupera la estabilidad profesional y emocional. Su vida transcurre entre la  dedicación a pintura , la literatura, y el estudio de las ciencias ocultas, la alquimia, la mística,  la astrología, las tradiciones espiritistas, el chamanismo, con numerosas referencias en su pintura, como es el caso de Ab Eo Quod, una de sus recurrentes escenas inquietantes y perturbadoras que aluden a la atmósfera  del ocultismo.


Abundan en sus cuadros los sidhe, misteriosos personajes que según la mitología celta habitan las colinas de las hadas . Son muchas las pinturas inspiradas en esas leyendas 

irlandesas, como Sidhe: The White people of Tuatha dé Dannan (Sidhe: La gente blanca de Tuatha dé Danann) una extrañísima escena en la que la artista logra plasmar con maestría la naturaleza etérea y fantasmal de estos personajes blancos –diríase transparentes– reunidos en torno a una mesa con comida, en una atmósfera sombría  como la de los sueños más inquietantes.
                                                         The white People


 Leonora no inventa, recuerda. Y por eso de sus pinturas son  frescas y  espontáneas. A pesar de su recurrente inmersión en el territorio del inconsciente, a Leonora no le gustaba ser encasillada en el surrealismo: “Aunque me atraían las ideas de los surrealistas, no me gusta que hoy me encajonen como surrealista -decía a sus amigos-. Prefiero ser feminista. André Breton y los hombres del grupo eran muy machistas, sólo nos querían a nosotras como musas sensuales para divertirlos, para atenderlos.


 Leonora tiene, efectivamente, un carácter absolutamente propio. Es un arte que fascina porque Leonora, la “hechicera hechizada“  consiguió plasmar en su obra la aventura de la imaginación y nos conduce en cada pintura por los  laberintos de su mundo interno. La atracción hacia lo abismal, el sabor de lo desconocido.Es como cruzar el espejo con Alicia y descubrir que para Leonora realidad y fantasía  fueron siempre  dos interpretaciones de lo mismo.
                                                  Así pintaba incluso al final de sus días.



                                              Leonora con Elena Poniatowska

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