martes, 12 de julio de 2016

“Padres e Hijos” de Turgueniev Tertulia AMUM en Marbella.

    Esta obra de la literatura rusa del Siglo XIX ha sido el objeto de la pasada Tertulia de la Asociación de Mujeres Universitarias de Marbella. Lo que  parecía una lectura más ligera que las que habitualmente se tratan en este foro dio para una buen discusión, llena de aportaciones y matices.

    Sorprendió ver la unanimidad en admitir que la lectura de “Padres e Hijos” había resultado fácil, entretenida y placentera. Las descripciones a base de pocas y certeras pinceladas recrean un universo ruso, una cultura muy influenciada por la lengua francesa y los grandes literatos alemanes que no hacen sombra oclusiva sobre un pueblo diferente, de costumbres y organización social compleja que marca a sus habitantes. Comentamos la costumbre de ir de casa en casa, sin invitación previa y sin momento de partida certero, para nuestra cultura es impensable, esto se podía hacer por la enorme corte de siervos y el bajo coste que les causaba.

     Esta obra muestra la posición de los padres y los hijos en pleno choque generacional, descubre el amor de los padres, su madurez emocional, el discernimiento de lo que es realmente importante en esta vida, el amor de la familia y los amigos; esto importa por encima de ideales más o menos coherentes impulsados por la fuerza de la juventud y que pueden ser raíz de enfrentamientos.
   
    Pero este tema principal, comentaron algunas socias, no es más que una excusa para retratar la sociedad decimonónica en Rusia, un país que mantenía los esclavos de la gleba, una suerte de servidumbre que obligaba a cincuenta millones de individuos a trabajar las tierras de los señores a los que pertenecían, a no ser que pagaran su libertad, cuestión harto difícil. Eran libres porque sus vidas no podían ser cercenadas por sus dueños pero por otro lado su trabajo, y por ende sus existencias eran propiedad de la familia terrateniente. Fue pues, una sociedad decadente en un mundo que se enriquecía por medio de la industrialización y que de repente no necesitaba esa gran masa de campesinos para su evolución. La libertad que trajo este nuevo modelo social, la emancipación de almas, fue difícil de digerir para la aristocracia decadente, los rusos de la “Vieja Guardia”, y los siervos, ambos grupos humanos con miedo a los cambios y la inseguridad que proporcionan.

    La brecha generacional es un buen motivo para presentar los nuevos ideales, los que traen los jóvenes, los que se han producido por reacción ante tanto control social de la religión y las costumbres. El Nihilismo fue muy debatido entre las contertulias por la puesta en cuestión de toda tradición y verdad dada. También,  porque el autor aprovecha para mostrar las incoherencias y consecuencias funestas que puede traer no creer absolutamente en nada y estar en contra de cualquier tipo de disciplina, en contra de cualquier etiqueta de comportamiento social,  ya que cierto orden es importante para que el hombre pueda acabar con el tedio, vivir en convivencia y sacar trabajo adelante. Aunque  fomentar el pensamiento divergente es indispensable para el trabajo científico. Comprendimos que este debate social en Rusia constituyera los prolegómenos de los movimientos que desembocaron en la Revolución Rusa.

    Con respecto al carácter nihilista del protagonista, Bazarov reniega del amor, siente que perderá fuerza su objetividad si se ve turbado por los sentimientos y cuando declara su enamoramiento, descubre que el amor tampoco está permitido en la sociedad rusa tradicional, que hace lo que debe hacer sin atender a lo emotivo. Lo que a mi parecer refleja que ninguna de las dos posturas extremas trae la felicidad al hombre.

    El tratamiento de la mujer también fue objeto de la tertulia, Turgueniev presenta una sociedad de mujeres extrañas, madres histriónicas, aristócratas florero o insensibles que no contemplan el amor como sentimiento importante, anteponiendo los convencionalismos y la conveniencia.

    Nuestras socias políglotas se quejaron una vez más de la calidad de la traducción y optaron por leer el libro en inglés o en alemán. Sin embargo, aplaudieron el tratamiento del autor a los personajes, a los que no juzga y lleva en su recorrido vital de una casa a otra de una manera respetuosa, sin aspavientos. Lo que parece una obra sin sobresaltos no impide que tenga un gran contenido y una intensidad brutal en la caracterización de cada personaje que tiene un alma rusa apasionada: Muestra a Pavel, representante del ruso orgulloso de su idiosincrasia que lee a Puskin y reticente a los cambios, padres que comprenden o toleran por amor, una señora que tiene pulsiones a las que da rienda suelta y luego su educación ortodoxa la lleva por el camino de la fustigación y la culpa, el hijo de una familia acomodada que como capricho de juventud se relaciona con talentos divergentes y “peligrosos”, la criada que tiene un hijo con su patrón, sumisa y agradecida de que se ocupen de ella.

    Alguna socia comentó que Turgueniev era un antecesor de los grandes rusos, de Tolstoi, Dostoievski y Chejov pero que por su estilo de dar mucho con poco se convierte en un escritor moderno, alejado de las grandes digresiones y parrafadas descriptivas. Una socia nos hizo prestar atención a la narración precisa del duelo entre Pavel y Bazarov con breves pero precisos comentarios.

    Os dejo con la frase nihilista que alguien extrajo: “no somos nada, pero no en el sentido de vacío, sino en el sentido creativo”. Y con la cita literaria que será el 1 de Agosto y que nos llevará a leer a Richard Ford con su obra “Mi Madre”

No hay comentarios:

Publicar un comentario